Frontera, desierto y periferia

     Hace ya algunos años, varias religiosas y religiosos que nos encontrábamos trabajando en el área centroamericana, específicamente en Nicaragua, tuvimos la dicha de ser acompañadas por la animación del grupo de teólogos de la CLAR. Entre las cosas que se nos proponían  era el caminar animadas  por una profunda espiritualidad aprendida en el caminar del pueblo de Dios en latinoamérica. 
     FRONTERA, DESIERTO Y PERIFERIA eran  las  palabras claves de la lectura cotidiana. Abundantes fueron las reflexiones que  por aquellos años y lugares convulsivos nos hicieron caminar profundizando la fe y la entrega apasionada por el Reino.
     La frontera era el límite de la vida, el "border line". Recuerdo  que esos años 80's  en Nicaragua los "muchachos" que se debían enlistar en las filas del servicio militar para defender el territorio, eran llevados a la frontera norte del país donde se libraran duros combates bajo fuego cruzado, ahí en la frontera la vida estaba siempre amenazada. La imagen para nosotras era más que una metáfora, era la experiencia de muchas mujeres y hombres que defendía la vida, al precio de su propia vida.
      El desierto se nos proponía, no solamente como espacio de purificación, sino  también como una experiencia de fidelidad. Las relaciones familiares en la nicaragua polarizada,  se evidenciaban en la relaciones eclesiales, teníamos que caminar por el desierto de las polarizaciones y falta de diálogo, solo podíamos caminar confiados que en ese desierto Dios caminaba con nosotras.
El éxodo que nos había  llevado al desierto nos descentró, nos fuimos del centro a la periferia. Era una periferia geográfica y también de sentido. 
Veníamos de una vida religiosa instalada en el centro de la gran ciudad con grandes colegios, o grandes obras asistenciales.
La periferia nos atrajo, nos cautivó y despertó nuestro asombro. 
Los empobrecidos fueron entonces la zarza  que ardía sin consumirse, esa experiencia nos hizo quitarnos las sandalias y a caminar por esas tierras sagradas.


     Muchas cosas han sucedido desde entonces, muchos amigos y amigos ofrendaron sus vidas, se nos hizo una densa nube de testigos acompañando el caminar  por estas tierras. Ellos, los testigos de la fe, nos han salvado la vida, y  como el pájaro de la trampa del cazador, la trampa se rompiò y escapamos.

Y aún seguimos, suena  una melodía reciente. Ciertamente aún seguimos tratando de ser fieles al evangelio, pero hay que reconocer que el cansancio, y cierta desazón nos han contaminado, amenazan nuestra esperanza y clarividencia. 
En el desierto algunos espejismos nos confunden, no terminamos de diferenciar el centro de la periferia, y acomodados en nuestras casas y comunidades estamos marcando nuestras fronteras, para  no obligarnos a ir hacia la Frontera, el Desierto y la Periferia... 
Y aún seguimos, ojalá que este seguir sea apasionado y desborde en respuestas discernidas, clara y creativas al servicio del Reino. 
Nuevas fronteras se nos proponen, nuevas luchas. Una espiritualidad que supere los nuevos devocionismos vacíos de sentido, que vaya más allá de lo que está de moda, que se las entienda de veras con el reverso de la historia, que camine ligera de equipaje, y sea fiel al Dios de la Vida, ahí donde la vida sigue amenazada.








 Hermana María Concepción Vallecillo MSC/Cabrini.

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