El 25 de Noviembre, memorial de la lucha contra la violencia que sufren las mujeres


Escribimos en un buscador de Internet la frase “25 de noviembre” y encontramos algo de esto: Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, fueron tres mujeres de Ojo de Agua, paraje perteneciente a una pequeña provincia de la República Dominicana anteriormente llamada Salcedo (hoy hermanas Mirabal). Estas mujeres tuvieron la valentía de luchar por la libertad política de su país, oponiéndose firmemente contra una de las tiranías más férreas que ha tenido Latinoamérica, la de Rafael Leónidas Trujillo. Actitud por la que fueron perseguidas, encarceladas varias veces y finalmente brutalmente asesinadas el 25 de noviembre de 1960. En honor a estas valientes hermanas, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer.
Satisface mucho saber que la tecnología y rapidez de la comunicación puede proporcionar información al instante con datos como este. Pero también constatamos que la tecnología aún no está al alcance de las grandes masas populares, peor aún en países donde un alto porcentaje de mujeres son analfabetas y casi siempre las víctimas reales no aparecen en los reportes estadísticos y tampoco tienen acceso en el ciberespacio.
El trabajo de sensibilización sobre el tema de violencia de género y violencia intrafamiliar, que venimos realizando y sistematizando desde el año 2008 en dos departamentos, Guatemala y Sacatepéquez nos han permitido acercarnos a los rostros concretos de las muchas mujeres víctimas de la violencia de género.
Hemos organizado talleres de sensibilización que duran un promedio de 3 horas, en un ambiente de acogida, respeto, escucha y cierta complicidad sororal, siempre finalizan con una parte vivencial donde las mujeres nos cuentan sus historias. A continuación presentamos algunas de esas historias.
Mayra Rodríguez, mujer, 32 años, casada, 3 hijos; alumna regular del taller de Cultora de Belleza. Como parte del programa, asiste al taller de sensibilización contra la Violencia Intrafamiliar, al final y tras un breve momento de silencio, con lágrimas en los ojos afirma: “A mi me pasó eso, mi abuelo me tocaba mis partes y me violaba. Cuando se lo dije a mi abuelita, nunca me creyó. Dijo que era porque mi abuelo me quería mucho. Ahora soy grande, casada pero tengo asco de las caricias de mi esposo”.
Claudia Marroquí, 29 años, madre soltera: “Seño, a mí me pasó igual, mi hermano y mi primo me violaron muchas veces, yo trataba de defenderme pero no lograba, cuando me dejaban en paz yo corría al río a lavarme, sentía asco y vergüenza. Se lo conté a mi mamá y no me creyó”
Petronila García, 25 años, de etnia Maya, beneficiaria del programa de seguridad alimentaria: “Seño, eso que han hablado, yo lo entiendo bien porque a mí me pasó. Cuando me vine de mi aldea para trabajar en la capital, la señora donde yo trabajaba me echó a su hijo, y él me hizo eso (se refiere a la violación sexual). Después me obligaron a que fuera su mujer, yo no lo quería, pero así me tuve que quedar; él ahora es el papá de mis hijos, pero yo no lo quería…”
Marina Pérez, maestra de escuela en una aldea al sur del departamento de Guatemala. Algunas mamás de los niños de la escuelita rural, varias veces la habían visto llegar con golpes y gafas oscuras. Aunque la maestra disimulaba su situación, todas sospechaban que su compañero de vida, hombre agresivo, la maltrataba física y psicológicamente. Sospechan también que lo mismo pasa con la hija de diez años. Alguna mamá se ha atrevido a decirle: “Profe, usted es una persona muy buena, no deje que la maltrate ese hombre, pida ayuda…”. El 10 de mayo, día de la madre, el hombre le dijo “aquí te traigo tu regalo”. Sacó una pistola y la asesinó. Toda la comunidad quedó consternada.
Estas son solo algunas de las historias que hemos escuchado con la voz entrecortada y los ojos llenos de lágrimas. Son mujeres con nombre e historias concretas, casos que no aparecen en el número estadístico. Son historias con nombres, y nombres con historia.
En los últimos 15 años en Guatemala, se ha realizado un largo camino, en esta lucha contra la violencia. Los grupos de mujeres se organizan para combatir este terrible mal. Se ha conseguido la tipificación de la Violencia Intrafamiliar y sexual como delito. Pero aún queda mucho por hacer, pues los operadores de justicia no siempre están dispuestos a aplicar la ley. Recientemente en una de las aldeas de Sacatepéquez una mujer acudió al juez de paz para poner una denuncia, le dijeron que ahí no se recibían esa quejas, que se dirigiera a la oficina de derechos humanos. Fue donde le indicaron pero también le dijeron que no era allí, que fuera al Ministerio Público. Cuando llegó a esa instancia, además de hacerla esperar, quien tomó la denuncia, le hacía preguntas que hicieron que la mujer se sintiera culpable.
Este tipo de situaciones, poco a poco, van siendo superadas, pero queda mucho por hacer. El problema de la violencia contra las mujeres hunde sus raíces en la persistencia de una cultura patriarcal machista. Los cambios culturales son lentos. Se requiere de acciones integrales que permitan introyectar en las generaciones presentes y futura nuevos patrones de conducta donde se valore a las mujeres como personas con derecho, en condiciones de igualdad con los hombres. Acciones que desmonten todo el paradigma patriarcal androcéntrico. Urge, como dicen las actuales corrientes evolucionistas, que se dé un salto cuántico. Solo entonces la cultura y organización de la sociedad patriarcal será abolida.
En la cosmovisión Maya, se habla de una nuevo Bak’tun, que los cristianos suelen llamar Kairós. Una nueva era, un nuevo ciclo en la historia, un tiempo nuevo. Nosotras tenemos la firme convicción que este es el tiempo nuevo. Este es el tiempo en el que las mujeres, desde nuestros patrones genéticos podemos hacer ese salto cuántico en la historia de los seres que poblamos este planeta. Patria, Minerva y María Teresa no solo están en la memoria colectiva de las luchas de las mujeres, sino que se entrecruzan con la memoria de las víctimas de ayer y de hoy, para hacer sinergia e ir configurando nuestras redes de trabajo, nuestro horizonte de lucha. Hasta ver nacer una nueva historia donde las taras del patriarcado habrán sido superadas.

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