VIDA RELIGIOSA Y FORMACIÓN INICIAL (Postulantado, Noviciado, Juniorado)
Las realidades que se viven en América Latina, especialmente en América Central, donde la militarización, la guerra, la inseguridad ciudadana, el deterioro y empobrecimiento de las familias provoca grandes rupturas, la formación necesita estar orientada a poner en pie a la persona, ayudándola a liberarse de sus parálisis (Mc.2,11) y a levantar la mirada. Animar a la persona a mirar con la claridad de Jesús y la urgencia del Reino. Esto es ayudar a la persona a reconstruirse interiormente, a reconciliarse con su historia personal, familiar, y al mismo tiempo ubicándose y asumiendo la historia de su pueblo, tanto en la dimensión social como eclesial. El resultado de este proceso es una persona que asume su vida en sus manos.
Muchas veces las dificultades que se encuentra en el estilo de vida consagrada, se dan por estar paralizadas. Sí, nos paralizamos por los miedos, las dudas, los propios conflictos internos; o nos vamos encorvando (Lc.13,11) por el peso de las estructuras que no sabemos llevar o que no conseguimos flexibilizar; o nuestra mirada ante la vida y la misión es confusa, perdemos los parámetros del Reino, y nos invade el desánimo y la angustia.
El acompañamiento a las vacacionadas/os y a las hermanas/os en diferentes etapas de formación, integrando la dimensión psicológica, la espiritualidad cristiana y la práctica del discernimiento como un estilo de vida, procuraría ayudar a la persona a encontrarse con sus heridas y rupturas, así como también a encontrar su propio pozo de sabiduría y fortaleza, adquirida a través de esas mismas experiencias, que bien elaboradas, deberían ser el camino de sanación, en el que el Espíritu Santo favorezca e induzca a la persona a dejarse trabajar por la gracia de Dios.
Fundamentalmente se trata de fortalecer el Espíritu. Aunque no se tenga mucha facilidad para “aprender” contenidos, todo espíritu es capaz de dejarse llenar, de recibir “animo” , ánima, espíritu, ruah, y el resto viene por añadidura.
Es preocupante constatar que algunos religiosos y religiosas piensan que mucho contenido va a resolver las dificultades, cuando en realidad éstas vienen de fragilidades humanas y confusiones de espíritu.
Urge la tarea de Generar en cada vocacionada/o espacios de sanación. Urge que se conozca asi mismas/os y empiecen entonces, poco a poco, a dejar actuar la gracias de Dios en su vida. El acompañamiento como proceso de sanación interior pretende dejar espacio donde el Espíritu de Dios pueda actuar.
Es importante que se pueda, en cada caso particular, poner la dosis necesaria de cada ingrediente en la formación. En el desarrollo de los contenidos, hay que acompañarlos siempre de la experiencia de quien da y quien recibe. Que no sean estudios “bancarios” (sólo meter cosas en la cabeza de la persona, sin considerar que la persona tiene algo para aportar desde su propia experiencia de vida), sino experiencia de vida transmitida e iluminada a partir de la cual busquemos infundir una inspiración.
Preparar al joven o la joven vocacionada, para saber estar sobre sus propios pies. Que pueda superar sus propios bloqueos, sin tener que buscar a “culpable” de sus desdicha, sino sabiendo asumir con sincero corazón sus propias dinámicas conflictivas de interacción.
De esta forma la persona, cualquiera sea la etapa de formación en que se encuentre, puede alcanzar la libertad interior, que le permita asumir sus fortalezas, debilidades, dinámicas y dones, sin tener que recurrir a la proyección de culpas y responsabilidades sobre otros. Que el asumir los propios errores no le signifiquen un acto dramático, sino un acto de humildad y una oportunidad de crecimiento.
Considero que la formación tiene como tarea INSPIRAR, insuflar un espíritu (Gn.), un carisma (Elías y Eliseo), una motivación, una misión y sólo así la persona se dará a la tarea de encontrar sintonía y aportar lo propio en su formación. Despertar y mantener viva la pasión por el Reino, para mí es lo único que permite superar las crisis de fe que están en el fondo de las crisis vocacionales.
Igual que en la dinámica de los ejercicios ignacianos, el acompañamiento debe ayudar a “ordenar la casa” para que la persona se encuentre con su Principio y Fundamento, Dios y su Reino. Y quiera entonces “estar con él”
*La hermana María Elena Plata de origen nicaragüense, reside actualmente en Guatemala, es encargada de formación inicial y juniorado de la Congregación de las hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús (de la Madre Cabrini) en la Región de América Central y México.
Julio 2012
Este enfoque de formación, evita el autoengaño y por ende libera de los peligros de que se crea una Vida Religiosa perfecta, sino en siempre en camino..
ResponderEliminarDe eso se trata! gracias por el comentario
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