"Virginidad y martirio, en el marco del 25 de noviembre"

Hace ya varias semanas que quiero poner por escrito una “anécdota” y una serie de consecuencias en forma de pensamientos y acciones nuevos en mi vida. Me decidí a hacerlo por la recurrencia del “Día de la eliminación de la violencia contra la mujer”. Mi “caso de la vida real” transcurrió en un aula del seminario mayor de Asunción (Py), donde curso junto a unos treinta y cinco compañeros, el sexto año de la carrera de Teología. Debo aclarar que realmente este lugar es para mí un verdadero lugar de aprendizaje. No sé si es un lugar de exhaustivo estudio, pero sin duda genera en mí tantas nuevas reflexiones que nunca antes se me hubieran presentado, si no fuera por el compartir con otros, tan otros que logran despertarme: es que allí escucho mucho, y veo, y pienso, siento, hablo, callo… y después, murmuro, murmuro a mi Dios incansable y femeninamente: terca y obstinadamente! Clamo.
Esta vez el aprendizaje fue respecto de María Goretti.  Nunca, debo confesarlo, me detuve a pensar demasiado en la vida de esta pequeña mujer. Conocía simplemente los datos esenciales de su corta vida, y nunca había reparado en los mensajes que giran en torno a su santidad.    Seguramente muchas de ustedes habrán reflexionado sobre esto, puede ser. Pero yo nunca lo había pensado demasiado, hasta que uno de mis compañeros me iluminó irreparablemente.  No sé de qué estaría hablando, sólo alcancé a escuchar: “pero eso es como la María Goretti que murió para defender su virginidad…”
Mi pobre compañero tuvo que soportar el resplandor de mi rostro sorprendidísimo y la sombra de mi lluvia de preguntas. La primera de las cuales fue una abrupta, aunque calma, interrupción de su conversación: “¿murió por defender qué?” Y tras la sucesión de sus respuestas, cortas en cuanto a horizonte, mi calma fue menos calma y surgió un “Pero ¿cómo se te ocurre?” y luego un “Pero qué te pensás vos que es una violación!!!” y tras un desesperado “Bueno, cálmate si eso es lo que ha dicho siempre la Iglesia…”  mi sorpresa fue menos sorpresa y más constatación: no, si no estaba nerviosa, estaba consternada. Me venía inevitablemente a la mente la Hna. Luz Marina que murió mientras misionaba en México y que no es proclamada santa, ni virgen ¡Claro!, porque su asesino antes de que ella muriera la violó. Tampoco es mártir, no sé bien por qué razón deberá ser recogido su nombre por el martirologio clandestino de América Latina. 
No podía explicarle al otro, la aglomeración de nombres y situaciones en mi corazón, ni la distancia abismal que de repente me separaba de ese mundo sobre el que él se apoyaba.  Tenía que decir una palabra (es mi compromiso personal) pero no podía porque mi murmullo interior se me mezclaba con las palabras y casi me atragantaba. No me avergüenzo de reconocer que se me llenaron los ojos de lágrimas, porque así nos pasa a much@s: los ojos parece que quisieran llenar aunque sea con agua el abismo que hay entre lo que ellos  ven desde el reverso de la historia, y lo que otros no quieren ver aunque un muerto resucite para contárselo.
Así fue, yo resucité a Luz Marina, y balbuceé algunas palabras sobre su vida. Sólo balbuceé porque sé bien que Luz Marina no es la razón de mis argumentos sobre lo que es una violación ni sobre cuál es el valor que defendió María Goretti,  sino que fue “un recurso” (me disculpo) que descorrió el telón a la manipulación del machismo de un modo tan feroz y efectivo que todos nos callamos por fin, algo doloridos.
Quise poner por escrito esta y otras anécdotas para mí curiosas y casi de ficción, es que no logro incorporar seriamente a este tipo de otro tan poco razonable y tan necio… y entonces me puse a ver “lo que siempre ha dicho la Iglesia”.  Realmente, no sé qué es lo que quiero compartirles, qué cosa que ustedes no sepan ya mejor que yo?
Claramente Maria Goretti no fue exaltada en su canonización, y fue utilizada una vez más en cada uno de los sucesivos discursos “a la juventud” díscola cuando se celebra su memoria. Santa “porque no permitió que se la mancillara…”  “ejemplo de castidad”… dice literalmente Mater et Magistra; lo dice porque por mucho que se arrogue las virtudes femeninas de madre y maestra, no es mujer y no comprende que sí: Maria Goretti es santa y es mártir pero justamente porque fue mancillada, porque se pecó con su cuerpo y con su alma, porque se sació el deseo de dominio, se apuñaló y se asesinó en su cuerpo que es ella misma.
La primera vez que pensé en poner esto por escrito, pensé que quizás fuera a defender a Luz Marina contra María, pero descubrí que vine a defender a Maria Goretti, un mar de preguntas hirientes (por verdaderas) se me vienen a la mente (¿es faltar a la castidad ser violentada? ¿es lo que entra violentamente en nosotras lo que nos mancha? ¿Acaso alguien tiene el poder de mancharnos? ¿Acaso alguien defendería su himen? ¿Y tal persona sería más mártir que quien defiende a su pueblo en esta bendita América Latina y termina en una zanja?) pero…  entre cada pregunta siguen asomándoseme los rostros que conozco y me acallan en una especie de solemne homenaje. El abismo que nos separa se colma de la dignidad de tantas mujeres que se animan a seguir viviendo y a dar frutos de amor bajo la misma higuera donde quiso dominarlas el pecado ajeno y se me hace un océano inmenso que surco no ya con preguntas incisivas, sino de a pie: no tengo nada que preguntar, conozco cada respuesta y además sé que sostenida por la Madre-Padre que me despierta seguiré trabajando para defender a nuestro pueblo bendito y para que tenga motivos de seguir esperando, y que espere con dignidad.
Ya terminamos el año lectivo. Todos aprobamos las mismas materias de estudio.
Stella Maris Gangeme
Estudiante de Teologia
Paraguay

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